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viernes, 1 de febrero de 2013

Pecados políticos y diputados que ladran

11 | 01 | 2013
Por : Avenabet Mercado
avenabet@yahoo.es
En nuestra nación hay asuntos que requieren de urgencia, la justicia es una de ella. Ha llegado el tiempo en que los ciudadanos deben aprender que nada rasca mejor nuestra piel que la propia uña. Tenemos algunas organizaciones sociales y políticos oportunistas que literalmente no sirven para nada. Esto es así porque hoy, en plena jornada de la democracia, observamos organizaciones ciudadanas con excelentes trayectorias en su lucha para enfrentar la corrupción y también notamos otras que distan muchos de su razón de ser: están sumergidas en la inercia, padecen una metamorfosis en la que adquieren un carácter sectario, exclusivista y de club social. Recientemente, en sesión de Gabinete, se acordó nombrar a Ana Isabel Belfon como nueva procuradora general de la nación, y hubo quienes la adversaron sin saber aún cuál sería su línea de ejecución. Belfon hizo una larga carrera en el Ministerio Público, empezó desde abajo, como personera municipal hasta llegar al cargo de fiscal superior. Sus funciones no estaban relacionadas con la parte política ni del Órgano Ejecutivo, sino del sistema judicial del Estado. En la jornada por la justicia, ella fue la asesora legal de una de las mujeres civilistas más luchadoras contra la dictadura militar: la exalcaldesa Mayín Correa. Es una funcionaria actualizada, cuenta con una maestría en el Sistema Penal Acusatorio, profesional del Derecho y conoce perfectamente lo relacionado al Derecho Penal. Su llegada a la Procuraduría de la Nación puede ayudar para dar respuestas a algunos reclamos, que requieren de correctivos formales. No olvidemos aquella crisis política que nos dejaron las investigaciones del Centro Multimodal, Industrial y de Servicios (Cemis), donde hasta dirigentes sindicales resultan embarrados. Es tiempo de empezar a poner orden. Aquí la justicia, muchas veces, utiliza un lenguaje judicial que la gente común no puede hablar, no puede entender, no puede escribir y, peor aún, con frecuencia, varios procesos judiciales están abiertos al soborno. Hoy, pocos jurisconsultos quieren detenerse para analizar los problemas que sufren los ciudadanos cuando van a resolver un caso penal. En las oficinas todo es un manoseo de papeles, un laberinto. Peor, algunos tribunales superiores son como árboles de silencio donde las personas van buscando respuestas judiciales y salen sin resolver nada. Allí, desde la raíz más pequeña, es tan difícil encontrar un leñador que realmente dedique su tiempo a dar respuestas jurídicas para aquellas personas que nada tienen y nadie quiere oír. Si Belfon ha llegado a la Procuraduría para enfrentar cualquier condición de delitos graves, cualquier asomo de corrupción o para unirse a esos magistrados y jueces que velan por la correcta administración de justicia, entonces, tiene que ser aplaudida. Necesitamos un Panamá justo, necesitamos abogados y jueces de absoluta honradez y lealtad, necesitamos una disposición moral a mantener viva la justicia ante la adversidad de quien es víctima de abuso y que le retribuyan lo que le corresponde por ley. En el Órgano Judicial no podemos seguir aplaudiendo que en el desempeño de gestiones estén algunas manos de políticos o diputados que mantienen espíritu mezquino, mediocre y, más que todo, aberrante. Recordemos recientes legislaturas en nuestra joven democracia, y más en tiempos de la dictadura militar, todos sabemos muy bien cuánto esfuerzo cuesta vencer aquella repugnancia que inspiraban ciertos diputados cuando hablaban de patriotismo y pisoteaban el santuario de las leyes. Mientras la caravana de la jurisprudencia avanza, hay que apartar del camino los pecados políticos y aquellos diputados que ladran porque olvidan que la justicia es una condición necesaria para la paz democrática y el desarrollo de nuestra nación.
Lea éste artículo en el Panamá América. 

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