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martes, 21 de octubre de 2014

Contrabando azota a Costa Rica y Panamá


                                              Puente sobre el río Sixaola, entre Costa Rica y Panamá.

Por Avenabet Mercado

Acabar con el contrabando de mercancías en las fronteras de Panamá más que un tema de trabajo es asunto de educación, responsabilidad ciudadanas y conciencia social.
Allí cuando no es el negocio de las drogas es   la “Trata De blanca y Prostitución”,  o sino las actividades del contrabando,  en todos sus género,  que ya preocupa a los pequeños comerciantes de las provincias de Bocas del Toro y  Chiriquí.  
El ritmo del son empieza  desde a las  primeras horas de la mañana por Paso Conoas, un punto de la frontera sur “tico-panameña”. Las  maracas se mueven con los negocios de otros “tumbaos”, para el bajo de un son montuno.
De nada vale que las autoridades de la Dirección de Aduanas de Costa Rica y Panamá  inviertan grande sumas de dineros en tecnologías,  si el cáncer de la maldad después de limpiar los caminos sigue allí: No escondida en la sabana, sino en el colchón.
Hay ciudadanos de ambas naciones que operan en los negocios del contrabando de alimentos y mercancías secas como electrodomésticos, perfumes, CD, celulares u otros avances del mundo tecnológico de hoy. Durante la noche,  supuestamente, duermen en territorio “tico”;  pero en el día, denuncian comerciantes,  cruzan y  operan en suelo “panameño”.
La manía

La manía del contrabando no llega a Panamá desde ahora. Recordemos que ya en los años de 1741 el Fray Diego Salinas y Cabrera, vigésimo noveno obispo de Panamá, de la Orden de San Agustín, nos describe como eran los negocios del contrabando en las provincias de Veraguas y Coclé.
Se describe en ese tiempo como al Gobernador,  D. Dionisio  de Alcedo, le preocupa el contrabando por tierra  que supuestamente nos llega desde Costa Rica y por mar, eran los barcos atestados de mercancías  que llegaban a Panamá procedentes de las islas de El Caribe.
Y lo confirma así, para esos tiempos, Monseñor Pedro Mega: “Los especuladores tenían un deposito general de mercaderías europeas en Jamaica, de allí, como un centro de operaciones, las conducían en sus buques a diferentes puntos de vigilancia del continente, burlando a las autoridades, para expenderlas. 

Aeropuerto de Tocumen

Más hoy,  ya  el año 2014,  Panamá ejerce una dura lucha frente a las actividades del contrabando. Mantiene un férreo control aduanar en el Aeropuerto Internacional de Tocumen.  Pero los negocios ilegales, pareciera, están llegando más por tierra que por aire.
Las actividades del  contrabando  empiezan a moverse desde el triángulo de las porosas fronteras de El Salvador, Honduras y Nicaragua.  Desde allí supuestamente se inicia la fiesta, pero los mejores cómplices del negocio pareciera se ocultan entre la frontera de Costa Rica y Panamá, la cual  está llena de filibusteros,  arañas, “mariposas” y pájaros multicolores olfateando  el delito peor que los  perros, mientras inspectores  ticos-panameños se la pasan tirando las cartas o   tomando arroz con piña en las campiñas.

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