Crisis educativa y de valores morales
Por Avenabet Mercado
La
educación no es solamente aprender a conocer, aprender a hacer y aprender a
ser; la educación también es aprender a construir la sociedad del futuro.
Ese
futuro, pareciera, anda un poco distante de Panamá. Duele observar cuando los
estudiantes salen de las escuelas y casi todos los días ocurren trifulcas en
las calles.
No
olvidemos aquellas escenas recientes dentro en un Metro- bus, cuando dos
muchachas, con sus uniformes escolares se daban puñetes y desde los asientos
otros estudiantes aplaudían como si todo ocurriera en un circo romano. Los
culpables no deben buscarse en el Ministerio de Educación (#MEDUCA), los
verdaderos culpables están en muchos hogares donde existen padres
irresponsables con sus hijos.
La educación
moral y la convivencia social, entre muchas familias, anda por el suelo.
Existen padres que arrojan a sus hijos a un mundo erizados de tentaciones, de
espinas; un mundo donde no hay moral, sino desengaños, dolores y aberraciones.
No podemos
seguir indiferente a esa realidad, la asignatura de Moral y Cívica tendrá que
regresar a los salones de clases con energías. Aquí nadie quiere aprender a
hacer y nadie quiere aprender a construir.
Debemos
aceptar con conciencia propia que el niño es el centro del universo; el
maestro, el jardinero. Es por eso que para lograr valores morales útiles a la
sociedad, los educadores deben sentir la vocación y encontrar, en su apostolado
el más alto valor de la enseñanza: Moldear el corazón del niño.
Hay que
generar más acciones para que se observe a la escuela como generadora del
potencial humano que necesita la nación para la transformación y desarrollo de
la sociedad. Todos somos responsables de los escenarios estudiantiles que a
diarios ocurren en las calles de Panamá.
El tercer milenio de que tanto nos habla Jacques
Delors, en la Comisión Internacional de la Educación para
el Siglo XXVl, pareciera que también nos llega de gota en gota a Panamá.
Necesitamos educadores que sientan más respeto por ellos mismos. No
podemos seguir teniendo modelos educativos que atentan contra la sociedad o
hacen pocas cosas por la verdadera estructura de la familia. No podemos seguir
viviendo indiferente a esa realidad.
Es
responsabilidad del Ministerio de Educación asumir más compromiso con la
nación. Se deben construir mejores
centros educativos para que las escuelas ranchos, en las zonas rurales del
país, pasen a ser un asunto de letras muertas.
De la
misma forma, hay que estimular mejores
programas educativos que fomenten la creatividad, convivencia entre grupos
estudiantiles y la solución de resolver problemas de apoyo, que ayuden en
prevención o control de la violencia estudiantil para que además, las pandillas
que salen de los barrios no lleguen a las escuelas con drogas en interés de destruir.
Planificar
La
educación se debe planificar como lo hacía ese gran Estadista por excelencia
Belisario Porras, quien al identificar sus proyectos solía escoger a los
mejores hombres; así lo hizo al tomar de la mano a Octavio Méndez Pereira, el
indicado para esta sensible y descomunal tarea.
Necesitamos
docentes que habrán trochas, que sean motores de renovación igual como fue el ingeniero
y presidente Florencio Harmodio Arosemena, quien estudio en el Politécnico de
Zurich y fue condiscípulo del profesor Albert Einstein, quien lo visitó en
Panamá durante su administración.
Reunamos
intelectuales igual a Gil Blas Tejeira, escritor y un educador natural como nos
lo muestra su columna Esplandían, enseñándonos que los estímulos morales son
los que norman la conducta.
Hay
hombres ante lo que no se puede hablar de muerte, son educadores permanente en
cada paso. Lo fue así el doctor Ricardo J. Alfaro, un ingenioso Hidalgo
Don Quijote de la Mancha, llevando mansaje de
libertad, dignidad y cervantista durante sus viajes por las tribunas públicas
de América.
Y quizás,
con otra humildad por la educación de Panamá, tenemos que escuchar el eco de la democracia de los catedráticos César
Quintero, Carlos Iván Zuñigas o el doctor Arnulfo Arias
Madrid, dándole al país columnas de acción que aún perduran como es la Caja del
Seguro Social (CSS).
La
educación nacional no puede dejar atrás esas bitácoras de nuestros prohombres,
aplaudamos los buenos pasos de ejemplos intelectuales como el del doctor Felipe
Juan Escobar, un penalista excepcional, que aún marca caminos en los pasos del
calendario de la nacionalidad.
Escobar
tenía méritos, honró con su genio la profesión de abogado como hoy lo hace el
doctor Miguel Antonio Bernal, en su lucha infatigable por una elevada educación
de cátedras en la Universidad de Panamá (UP).
Formulemos
nuestra historia nacional para mostrar el camino a la juventud de hoy en día.
Necesitamos intelectuales, igual que aquellos, que sean didácticos,
razonadores, especifico en sus ideas y contundentes en cada una de sus
palabras.
La educación
es el asunto más serio, importante y grave de cuantos pueden ocupar a los
hombres pensadores, en la educación se encierra todo el porvenir.
Así
tenemos que comprenderlo hoy, forjemos obreros infatigables de la instrucción pública
y apóstoles decidido de la educación. Examinemos nuestro proceso educativo con una
nueva jornada.
Por eso
sugerimos, con sano juicio y desprendido de acciones políticas partidistas, que
el señor Presidente
de la República, Juan Carlos Varela, en su avance por
fortalecer la democracia participativa debería honrar con justo título a
aquellos maestros que cumplen sus jornadas diarias apegadas a los principios
éticos, siembran amor en el corazón del niño
y ponen el lápiz en su mano pensando en el porvenir de la nación.
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A.A.M.G.
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