Por Avenabet Mercado / Línea Directa
Por Avenabet Mercado / Línea Directa
Hoy el debate político que estamos viviendo, en plena acción de inicio hacia la campaña electoral para el 5 de mayo 2024, exige que cada ciudadano tenga que asumir la decisión del voto popular de acuerdo con su propia conciencia y arraigado también al verdadero juicio cívico dentro del ambiente democrático que espera siempre nuestra nación.
Los ciudadanos poseen derechos independientes de todas las autoridades sociales o políticas, y toda autoridad que viole estos derechos, se hace ilegitima. Los derechos de los ciudadanos son la libertad individual, la libertad de opinión, el disfrute de la propiedad, la garantía contra todo lo arbitrario. Ninguna autoridad puede atentar a estos derechos, sin desgarrar su título propio, así es la cuestión.
Pero hay un derecho que en nuestra democracia se prefiere callar, es el derecho que tienen los ciudadanos honestos para exigir el castigo a los delitos púbicos cuando hay supuestos anillos de corrupción en la forma de aplicar la justicia . Ni hablar de los derechos de aquellos empresarios de valores morales, conforme a la razón y justos cuando sienten que son engañados por políticos corruptos, frustrados, egoístas, envidiosos, cínicos y más que todos, aberrantes.
De manera pues, es desde ahí donde empieza a cobrar fuerza, nuevamente, el discurso del expresidente Ricardo Alberto Martinelli Berrocal; ahora los sociólogos y analistas políticos desde ya tendrán que empezar a estudiar el fenómeno político en la que un empresario trastoca el escenario del torneo electoral, generando ser favorito en las encuestas.
Ricardo Martinelli ha ganado la habilidad de hacerse escuchar, sus consejos económicos son oportunos y la población empieza a tomarlo en cuenta. Está demostrando en Realizando Metas (RM), que es un hombre sagaz y árbitro conciliador entre fuerzas políticas antagónicas , buscando alianzas en momento de desajuste e incomprensión.
Aunque él es un empresario de éxito, se observa en sus pasos por la arena política que tiene un estilo fijo al populismo en su acción de extender sus manos de ayuda hasta la familia más humilde; nadie pone en duda su oratoria popular, sabe bajar del púlpito altamente satisfecho del saludable efecto que surten sus mensajes. En Martinelli, al desplazarse por el tinglado político, los ciudadanos muestran una admiración por él.
La Opinión Pública está siguiendo el ingenio como viene actuando. Él es un verdadero dirigente que ha aprendido a saber esperar el momento oportuno para moverse por los hilos de la democracia panameña, es cauteloso en sus opiniones y sabe cómo cambian las reglas del juego en Panamá, cada día, en las contiendas partidistas y se cuida con esmero de no colocar trincheras insalvables en su camino hacia solio presidencial.
Sus adversarios, aunque lo acusan para dañar su campaña política, al mismo tiempo lo admiran en silencio. Ricardo Martinelli sabe actuar sin desaprovechar jamás una oportunidad, siempre vive atento a la prensa y se rodea de buenos intelectuales preocupados por la nación. Es un hombre astuto, consulta buena fuente política y empresarial; no tiene complejos, aún al ciudadano común por humilde que sea extiende sus manos de ayuda.
Del expresidente de la República, Ricardo Martinelli, no hay la menor duda de que su campaña política la viene ejerciendo sin violencia, sin odio a quienes les clavaron dagas en la espalda, pero sí asegurando respeto por su palabra. Es un hombre de promesas políticas que sí cumple, su idea tiene la fuerza del derecho justo por la deuda social del país. ¿Creemos en una democracia liberal y de principios justos, pues entonces, será aquí donde reside el éxito de este hombre excepcional?
El empresario Martinelli recorre un duro camino entre políticos ocultos, de pensamientos mediocres; pero todos sabemos que vivimos aún en un Panamá donde jamás hay resultados concretos que sean justos y quizá, se nota un deseo de revertir escenarios políticos de persecución. Aquí, los métodos políticos no son los más adecuados ni los más transparentes. Peor aún, aunque tenemos un Tribunal Electoral (TE), en muchas organizaciones políticas no se ha entendido el valor real de la democracia.