¿ Militarismo o democracia ?
Por Avenabet Mercado
La dolorosa realidad que estamos presenciando hoy con el cacareo de impulsar fuerzas represivas en la estructura de mando de la Policía Nacional no es fruto de la nueva generación de policías, sino de la tolerancia ancestral de viejos políticos y militares enquistados en el poder que van generando un decaimiento de la moral pública, un hedor, que ni la misma democracia puede seguir reciclándolo.
Todas esas voces que en estos meses sueñan con impulsar cadenas de mando propio de ejército con disciplinas represivas mueve a la reflexión de los sectores políticos a otear hechos como lo del 22 de septiembre de 1999 cuando se exhumo en el extinto Cuartel militar de los Pumas una osamenta que, en principio se sospechó que correspondía al desaparecido sacerdote Héctor Gallego, pero pruebas practicadas luego demostraron que correspondían a Heliodoro Portugal, ciudadano desaparecido durante la dictadura en circunstancia misteriosas.
Y los casos misteriosos siguieron aumentando con los crímenes de Teodoro Palacios Hurtado, otras circunstancia misteriosa y otras cadenas de dolor como la desaparición física de Encarnación González, quienes pueden ser contabilizado por el poder del extinto G-2 o aparato de inteligencia militar.
Las escenas jamás deben ser olvidada por el hilo de la historia. Pero lo que duele en nuestra nación es ver a jóvenes que son dirigentes honestos transformarse en figuras conformistas que muchas veces ni siquiera perciben la escandalosa corrupción que les rodea, y peor aún, tampoco ven el monstruo represivo que quieren imponer a la democracia de la nación como una cadena de fuerza, y eso sí se llama ser desvergonzado.