Por
Avenabet Mercado
El
Gobierno del presidente, Juan Carlos Varela, se ha comprometido lograr un pacto
ético entre todas las fuerzas políticas, en interés
de avanzar hacía mejores metas de desarrollo económico y social. Un primer paso
ha sido dado al trazar línea con
organizaciones sindicales marginadas por administraciones anteriores y la
acción, en sí, debe ser aplaudida.
Al
dirigir la nave del Estado también asume el compromiso de dar mejor
respuesta a la deuda social del país, buscar bajar los elevados precios en el costo de la
canasta básica familiar para que los alimentos lleguen a miles de hogares
humildes de la mejor forma posible. Sin bandería política, la acción tiene que ser elogiada.
Y aquí
no se está debatiendo que la misión de los poderes público es velar por el
interés general, de lo que se habla es bajar los precios de la canasta básica de alimentos, sumado a un
incremento en la tarifa eléctrica que ya
es insoportable, para que sean lo más humano posible. Los objetivos trazados por la actual administración de gobierno no deben
ser aplanados por pugnas políticas y si se hace, los resultados a futuros
podrían traernos otras malas consecuencias.
Una cosa
es la triquiñuela política y otra, la realidad social que hoy vive Panamá. No
podemos seguir viviendo en un escenario político sin brida, a las actitudes de cualquier
política mezquina hay que contraponer
una actitud de mesura democrática.
En sus
gestiones de gobiernos los expresidentes Ernesto Pérez Balladares, Mireya
Moscoso, Martín Torrijos Espino y Ricardo Martinelli, se comprometieron unos en acabar con la delincuencia y enfrentar los
bajos indicadores de la educación; en
tanto que otros , dirigieron sus
acciones para dar respuestas a los indicadores de la salud, desarrollar la
infraestructura urbanística o transformar
el espejismo social de las
zonas rurales, apagando “guarichas”
y encendiendo bombillos mediante el sistema fotovoltaicos de
electrificación para viviendas rurales.
El problema
en nuestra nación es que no hemos podido combatir a una burocracia mañosa, sin
freno o sin riendas, que avanza igual a caballos desbocados derribando las finanzas públicas del Estado para que
nadie pueda hacerla lo más humana posible.
Otro
problema es que pareciera, en un país
tan especial como el nuestro, aún los
administradores de las cosas públicas no aprenden a dirigir los bienes del Estado cuando hay muchas
abundancias económicas en las finanzas públicas en
relación a sus necesidades y sus servicios, porque ellos dan lugar a despilfarro inevitable.
Deberíamos
tener siempre atención con las inversiones y se tiene que administrar con prudencia como
ayer lo hacia ese buen Contralor de la República, Rubén Darío Carles; hay que tener
cuidado en construir obras públicas sin la meditación y el estudio que
recomienden su utilidad para evitar así sobrevenga una fiebre de
especulaciones, que produciría consecuencias perniciosas en todas las capas
sociales.
Una generación
sola no es dueña de los bienes del país, tal concepto ha sido la causa de males inmensos. Esta gestión de gobierno puede cambiar los rostros de muchos hogares
panameños y para hacerlo, a cada momento, deberá pedirle a Dios que los libres de tener
algunos diputados , gobernadores, alcaldes o
corregidores que gusten administrar los bienes públicos con indolencia y más que todo, de aberración política mañosa.
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